Gana
el sector que se disciplina
Patricio
Navia
El
Líbero, octubre 30, 2020
Dado
el sistema electoral que se usará para escoger a los miembros de la convención
constitucional, el sector político que logre disciplinarse y presentarse en una
sola lista se beneficiará del premio que otorga la cifra repartidora D’Hondt a la lista que obtenga la votación más alta.
Aunque
hay buenas razones para creer que la enorme mayoría que votó Apruebo el domingo
25 de octubre hizo que el país se adentrara en un camino lleno de amenazas, no
tiene mucho sentido llorar ahora por la leche derramada. Por los próximos dos
años, los chilenos deberemos avanzar por este peligroso camino, buscando evitar
que el país se desriele y quede atrapado en la misma lógica refundacional que
ha hecho que América Latina se haya quedado rezagada en términos de desarrollo
e inclusión social. Como la convención constituyente se escogerá con las mismas
leyes electorales actualmente en vigencia para las elecciones de la Cámara de
Diputados, lo más sensato es entender los incentivos que entregan esas reglas y
actuar de forma estratégica para optimizar los resultados electorales. Aquellos
que creen que Chile necesita mejorar las cosas malas y no una refundación,
debieran inteligentemente aprovechar los incentivos del sistema electoral para
crear un bloque lo suficientemente amplio capaz de liderar la transformación
política que experimentará el país.
El
sistema electoral en vigencia es de representación proporcional, con 28
distritos que tienen entre 3 y 8 diputados cada uno. Como la gente vota por
candidatos individuales pero los escaños se asignan a los pactos, y al interior
de los pactos a los subpactos en caso de que existan,
los votos de todos los candidatos de cada lista se agrupan para la asignación
de escaños. Esa asignación se hace mediante la fórmula D’Hondt
—lo que en Chile a menudo equivocadamente se entiende como cifra repartidora (D’Hondt es una de las muchas cifras repartidoras que
existen).
La
fórmula D’Hondt tiende a premiar, con escaños
adicionales, a la coalición que obtiene la primera mayoría relativa. Esto es
especialmente cierto en los distritos que reparten 3 o más escaños. Bajo el
antiguo sistema binominal, que también usaba la cifra repartidora D’Hondt, los partidos o coaliciones con menos votación
quedaban marginados del sistema, tanto por el efecto de la cifra repartidora
como por la menor magnitud de distrito.
Dada
las reglas, los incentivos están puestos para que los partidos formen
coaliciones multipartidistas. La coalición más amplia que logre formarse, se
llevará un premio al recibir más escaños de los que le hubiera correspondido si
los cupos en la convención constitucional se distribuyeran de forma perfectamente
proporcional a la votación recibida por cada coalición.
Los
partidos de izquierda tendrán problemas para formar una sola coalición por dos
motivos. Primero, porque al ser muchos partidos, literalmente no caben todos en
una sola lista. Segundo, porque al existir ahora paridad de género, cada
partido necesita al menos dos cupos en cada distrito. En los 16 distritos que
eligen 5 o menos escaños, las coaliciones pueden presentar hasta 6 candidatos.
Eso significa que solamente “caben” 3 partidos por lista. Como en las
elecciones parlamentarias de 2017, hubo 13 partidos de izquierda que ganaron
escaños (ahora son más, por divisiones posteriores), es imposible lograr
acomodar las expectativa y demandas de cada partido. Es verdad que varios de
esos partidos son minúsculos, pero las expectativas y demandas parecen estar
inversamente relacionadas con el apoyo electoral que tiene cada entidad
política. Por eso, la izquierda inevitablemente deberá ir en varias listas para
las elecciones de la constituyente en abril de 2021. Eso hará que el voto por
la izquierda, aún si es mayoritario, se divida entre varias coaliciones.
La
derecha, en cambio, precisamente porque está compuesta por menos partidos (dos
importantes, dos menores y tal vez uno o dos grupos fantasmas adicionales)
tiene una inmejorable posibilidad para aprovechar los incentivos del sistema
electoral y transformarse en la primera fuerza electoral en la contienda de
abril. Por cierto, algo similar ocurrió en las parlamentarias de 2017, cuando
Chile Vamos, al ser la coalición con la primera mayoría relativa de votos con
un 38.7%, obtuvo 46.5% de los escaños en la Cámara de Diputados. Es verdad que
ahora la derecha carga con el pasivo de un gobierno altamente impopular y está
dividida por las heridas que dejaron las posturas divergentes ante el
plebiscito del 25 de octubre. Pero la necesidad tiene cara de hereje. Lo que se
juega el país es demasiado importante como para seguir pegado mirando hacia
atrás.
Urge
hacerse cargo de la situación actual y, respondiendo estratégicamente a los
incentivos de la ley electoral que regirá para las elecciones para la
convención constitucional, todas las fuerzas que quieren mejorar Chile y no
refundarlo a partir de una hoja en blanco deben asegurarse de formar una lista
única de candidatos para la contienda del 11 de abril de 2021.