Dividir para reinar
Patricio Navia
El Líbero, abril 13,
2018
El gobierno del
Presidente Sebastián Piñera ha sabido aprovechar la fragmentación de la
oposición centro-izquierdista. Como si estuviera inspirada por la lógica de
“dividir para gobernar”, La Moneda ha logrado enemistar a la Nueva Mayoría con
el Frente Amplio y, mejor aun, incluso ha logrado
meter cuñas que profundizan las diferencias estratégicas y tácticas al interior
del Frente Amplio. Mientras más dividida esté la oposición, menos dañino será
para el gobierno de Chile Vamos no tener mayoría ni en el Senado ni en la
Cámara de Diputados.
Los dos principales
desafíos que enfrenta Piñera en su segundo gobierno son el poco apoyo personal
que logró en la primera vuelta de la contienda presidencial y el hecho de que
su coalición es minoría en el Congreso. Si bien ya no tiene el fantasma de la alta
popularidad de Bachelet que lo acechó durante todo su primer mandato, es
evidente que a Piñera le pesa haber sacado sólo un 36,6% de los votos en
primera vuelta en noviembre pasado. En 2009 obtuvo un 44% en primera vuelta,
aunque es verdad que entonces él era el único candidato de derecha. En 2017 el
voto de derecha se dividió y José Antonio Kast logró un 7,9% en primera vuelta.
Pero eso sólo confirma que, incluso en la derecha, Piñera no era la primera
opción de muchos. De cada seis votos del sector, cinco fueron para él y uno
para Kast.
Afortunadamente para
Piñera, su alta votación en segunda vuelta legitimó su victoria más allá de
cualquier cuestionamiento. Pero si bien realizó una campaña impecable en el
balotaje —y se benefició de los numerosos errores no forzados cometidos por su
rival—, el Presidente sabe que esta vez despertó menos
entusiasmo que en su primera candidatura presidencial. Los chilenos votaron por
él más por conveniencia que por convicción. Como en un matrimonio negociado,
Piñera logró su objetivo, pero los chilenos no parecen comprometidos con su
causa. Necesita producir resultados para
lograr que su aprobación se mantenga sobre el 50%. Los chilenos no lo apoyan
contra viento y marea. Es más, su apoyo se basa en que él prometió producir
resultados y la gente le creyó. Pero si esos resultados no llegan, la gente lo
abandonará con la misma rapidez con la que cientos de miles se sumaron a su
campaña entre primera y segunda vuelta.
El segundo desafío de
Piñera está en el Congreso. Su coalición tiene 19 de 43 senadores y 72 de 155
diputados. Si bien Chile Vamos podrá forjar coaliciones con legisladores
moderados del PDC en la Cámara de Diputados, en el Senado el contingente
democratacristiano está bastante más cargado a la izquierda. Dependiendo del
tema, Piñera podrá buscar el apoyo de algunos senadores PS o PPD moderados
(incluso el propio Guillier, que ya no se lleva muy bien con sus socios de la
Nueva Mayoría, podría sumarse a Chile Vamos en algunas votaciones), pero el
camino hacia la mayoría legislativa siempre será arduo y dificultoso.
Por eso, la capacidad
de Piñera de lograr que en la oposición se peleen más entre ellos que con el
gobierno representa una doble victoria. Por un lado, el débil vínculo que
existe entre el Presidente y muchos de sus votantes se
fortalece cuando las alternativas en la trinchera opuesta se hacen menos
atractivas. La gente puede no estar muy convencida de tener un gobierno de
derecha, pero si ve que la izquierda está enfrascada en una pelea interna, va a
seguir prefiriendo a ese gobierno. A su
vez, mientras la izquierda siga en la pelea interna sobre si debe ser una
oposición colaboradora u obstruccionista, la minoría de Chile Vamos en el
Congreso se hace más llevadera. ¿De qué sirve que la izquierda tenga más
escaños si están dedicados a pelearse entre ellos más que a ejercer su mayoría?
El Presidente
Piñera tiene más que claro que la luna de miel con la opinión pública no durará
para siempre. Pero que la izquierda esté dividida —y sus facciones preocupadas
de pasarse cuentas mutuas y echarse en cara sus actos de impureza ideológica—
le permitirá al gobierno seguir alargando el idilio inicial con ese electorado
que escogió a Chile Vamos por conveniencia y no por amor, y que ve cada día
cómo la alternativa política que desechó se hunde en peleas internas.
Es difícil saber si
el gobierno efectivamente ha logrado aplicar la lógica de “dividir para reinar”
o si la izquierda de motu proprio ha decidido canibalizarse. Da un poco lo
mismo de quién es la culpa. Lo cierto es que mientras la izquierda siga
peleándose, la luna de miel de este matrimonio por conveniencia entre el
gobierno y la opinión pública se prolongará un poco más. De hecho, hay muchos
matrimonios por conveniencia que se alargan en el tiempo y que terminan siendo
satisfactorios para los involucrados. Una de las razones por las que eso ocurre
es que las partes evalúan las alternativas que tenían y les parecen poco
apetecibles.