Cualquiera menos Piñera
Patricio Navia
El Líbero, octubre
10, 2017
Cuando todavía falta
un mes para la primera vuelta, se consolida en la centroizquierda la idea de
que frenar a Piñera toma precedencia por sobre cualquier diferencia ideológica
que pueda existir entre los partidos del sector. Porque la mayor fuente de
unidad para la izquierda está en evitar que la derecha llegue al poder —o en
asegurarse de que el poder lo sigan ostentando los mismos que lo han tenido por
24 de los últimos 28 años— la centroizquierda cerrará filas en segunda vuelta
en torno a un candidato. Aunque evidentemente cada partido tiene su favorito,
para el sector, votar por cualquiera que no sea Piñera es mucho mejor que tener
que abandonar el poder, igual que en marzo de 2010.
Las elecciones
siempre dejan a la gente con la percepción de que escogieron el mal menor.
Porque ninguna persona piensa exactamente lo mismo que otro, y la democracia
consiste en agregar preferencias disímiles, la decisión de votar por alguien
supone alguna renuncia a determinadas prioridades, principios o valores de los
votantes. Para los partidos, la lógica es similar. Aunque comparten valores y
visiones, los militantes de los partidos discrepan de otros militantes sobre
las prioridades y énfasis. La nominación de un candidato presidencial también
supone algún grado de renuncia a sus principios, valores y prioridades para los
partidos.
Como ahora se acerca
la elección y las encuestas sistemáticamente muestran que Sebastián Piñera
tiene las mejores chances de pasar a segunda vuelta con una votación que lo
acerca a la mayoría absoluta, los partidos de izquierda han optado por ir
dejando de lado sus diferencias y comienzan a unirse para enfrentar a un rival
más poderoso.
Si bien es evidente
que hay diferencias entre Guillier y Goic, y que las posiciones que han
adoptado Sánchez y ME-O se distancian sustantivamente de las que tienen los
candidatos de los partidos miembros de la Nueva Mayoría, la distancia que
separa a los candidatos de izquierda es menor que la que existe entre
cualquiera de ellos y Piñera, o al menos así lo perciben los propios candidatos
y sus partidos. Por eso, aunque los candidatos lucharán intensamente entre
ellos por el segundo lugar, va quedando más o menos claro que todos se unirán a
partir del 19 de noviembre en torno al que logre pasar a segunda vuelta para
enfrentar a Piñera.
Los beneficios para
los partidos saltan a la luz. Mantenerse en el poder —o ser parte de la
coalición de gobierno en el caso del Frente Amplio o ME-O— inevitablemente
implica costos y concesiones que generarán ruido entre sus militantes y sus
simpatizantes. Pero quedarse fuera del poder es mucho más costoso y
desgastador.
Naturalmente, la
lógica que inspira a los partidos no es necesariamente la misma que explica el
comportamiento de sus votantes. Si bien los partidos de izquierda pueden estar
listos para cerrar filas en torno al que enfrente a Piñera en segunda vuelta,
los votantes de los aspirantes que no pasen a segunda vuelta necesitarán
argumentos poderosos para dar el mismo paso. Frenar a la derecha será un
argumento que funcione con muchos, pero no con todos. Convertir la segunda
vuelta en un referéndum sobre Piñera ayudará a capitalizar el alto rechazo que
exhibe el ex Presidente, pero no será suficiente para
que muchos votantes que no se sientan representados por el candidato que pasó a
segunda vuelta se animen a participar en una contienda sin voto obligatorio.
Afortunadamente para
la izquierda, la derecha tiene problemas propios. La candidatura de José
Antonio Kast le quita votos a Piñera entre los más extremos del sector. En la
medida que la suma de Piñera y Kast sea menos del 50%, el primero necesitará
avanzar hacia posiciones más moderadas para conquistar algunos votantes de
centro en la segunda vuelta. Pero como los votantes extremos de derecha
pudieran sentirse decepcionados si Piñera no adopta algunas de las posturas más
derechistas de Kast, a los votos que gane el ex Mandatario por el centro se les
deberán descontar los que pierda por la derecha.
Por cierto que Piñera no tiene ganada la elección. Su nivel de
rechazo es alto, aunque es más alto entre los que no votan que entre los que
están decididos a ir a votar. La presencia de Kast es una amenaza que bien
pudiera constituirse en un gran dolor de cabeza en segunda vuelta. Pero por sobre todo, el mayor riesgo en el plan de Piñera para
volver a La Moneda está en la posibilidad de que todos los candidatos de
izquierda que consigan una votación significativa se unan para frenarlo en
segunda vuelta. No hay garantía de que la estrategia funcionará y las
acusaciones cruzadas que hoy abundan serán usadas ampliamente por Piñera para
desacreditar a su rival en segunda vuelta. Pero si el ballotage se convierte en
un referéndum sobre Piñera y si la izquierda muestra unidad y disciplina, la
segunda vuelta tendrá mucha más incertidumbre que la que hoy parecen anticipar
las encuestas.